En mi pueblo es costumbre desde hace años ver a un tipo que ronda la cincuentena, vestido con los míticos pantalones Meyba y unas zapatillas de la misma época, recorriendo un conocido puente de la localidad por donde suelen transitar muchos coches. Llueva o nieve, de noche o de día, Manolo no conoce límites cuando de calzarse sus zapatillas y salir a practicar su afición favorita se trata. No en vano su dedicación le valió hace años la medalla al más original en la multitudinaria Maratón popular, donde, como no podía ser de otra forma, contó con el respaldo unánime de la gente del pueblo que, volcada como nunca, coreaba al unisino el nombre de Manolo al verlo llegar a la meta entre los últimos, aunque, como de costumbre, en la salida hubiera pulverizado cualquier marca con uno de sus sprints diabólicos.
Hablar de Manolo es hacerlo de una especie singular, de ésas que no abundan. ¿Qué o quién es exactamente? ¿Un loco?, ¿un vividor?, ¿un romántico? Sea como sea, hablar de él es hacerlo de todo un símbolo en su ciudad. Pero lejos de encasillarse como un simple corredor de fondo, Manolo decide ir más lejos en cuanto a su labor deportiva, tocando también el periodismo y de una manera, como es costumbre en él, totalmente personal, como demuestra su forma de entrevistar a los viandantes, sirviéndose de paquetes de tabaco vacíos que encuentra en el suelo a modo de micrófonos. Además del apego de Manolo por el deporte, siendo sobre todo los maratones su modalidad favorita, es destacable también el interés que despierta hacia su ciudad. Fe de ello lo dan situaciones como aquella en que me confesó mientras reposaba tumbado en el suelo de la calle con un huevo fuera (pues Manolo no es muy dado a usar calzoncillos) que antes de morir quería ver cómo se hacía un puente desde su barrio hasta el supermercado Sabeco. Como podéis comprobar, la asociación Manolo y puente siempre ha estado presente en su vida.
El vientre de Manolo no es tan plano como el de este corredor.
Y si esto les parece poco, esperen a leer algunas de sus gestas comentadas por él mismo, como la de haber cenado con nada más y nada menos que Arnold «Savasajer» (¿que tortosino que se precie no recuerda su mítica frase: «eh, tú, ¿sabes quién es el hombre más fuerte del mundo? (…) ¡Arnold Savasajer!»?) o haber competido con el mismísimo campeón olímpico El Guerrouj.
Ahora el llamado «puente nuevo» se ha quedado huérfano, y también se echan de menos sus solos de Deep Purple con la boca, el toreo de coches en las rotondas, o sus batallitas sobre gitanos que le robaban dinero. Manolo ha desaparecido, nadie sabe de él, unos dicen que está muerto, otros que ha cambiado totalmente de forma de vida y ahora viste traje y corbata, otros que el Manolo que viste con traje no es otro que su fantasma que se pasea con el atuendo con el que fue enterrado… En fin, podríamos contar mil historias, pero sencillamente terminaré este artículo echando mano de una frase que nuestro protagonista me dejó en nuestro último encuentro: «Ellos dicen que estoy loco, pero los locos son ellos». Puede que no sea una frase excesivamente original, pero en boca de alguien como Manolo da que pensar. Es como si, en el fondo, Manolo se hubiera estado riendo de todos nosotros.
Manolo mostrando una de sus múltiples facetas deportivas.
Filed under: Personajes Ilustres | 10 Comments »