Hasta aquí (por el momento)

Sí, creo que ha llegado la hora de tomarse un descansito. Después de dos años de publicación ininterrumpida, de más buenos que malos momentos proporcionados por este invento llamado «blog», ha llegado la hora de parar un poco el carro.
Aún así, no será una pausa completa, puesto que voy a seguir actualizando La sesión golfa, aunque mi contacto con el mundo de los blogs seguramente no será tan frecuente como el que tenía con éste.

Siento cerrar esto, sobre todo porque ya iban cinco artículos que pensaba publicar pero que por falta de motivación y ganas finalmente no han visto la luz. Pero que ahí están, guardaditos.

Y nada, espero volver pronto con ganas y fuerzas renovadas, mientras, os dejo con el trabajo de varios meses que simplemente con vuestra presencia y vuestros comentarios ya ha valido la pena.

Me he cortado el pelo

Manolo. El del puente

En mi pueblo es costumbre desde hace años ver a un tipo que ronda la cincuentena, vestido con los míticos pantalones Meyba y unas zapatillas de la misma época, recorriendo un conocido puente de la localidad por donde suelen transitar muchos coches. Llueva o nieve, de noche o de día, Manolo no conoce límites cuando de calzarse sus zapatillas y salir a practicar su afición favorita se trata. No en vano su dedicación le valió hace años la medalla al más original en la multitudinaria Maratón popular, donde, como no podía ser de otra forma, contó con el respaldo unánime de la gente del pueblo que, volcada como nunca, coreaba al unisino el nombre de Manolo al verlo llegar a la meta entre los últimos, aunque, como de costumbre, en la salida hubiera pulverizado cualquier marca con uno de sus sprints diabólicos.

Hablar de Manolo es hacerlo de una especie singular, de ésas que no abundan. ¿Qué o quién es exactamente? ¿Un loco?, ¿un vividor?, ¿un romántico? Sea como sea, hablar de él es hacerlo de todo un símbolo en su ciudad. Pero lejos de encasillarse como un simple corredor de fondo, Manolo decide ir más lejos en cuanto a su labor deportiva, tocando también el periodismo y de una manera, como es costumbre en él, totalmente personal, como demuestra su forma de entrevistar a los viandantes, sirviéndose de paquetes de tabaco vacíos que encuentra en el suelo a modo de micrófonos. Además del apego de Manolo por el deporte, siendo sobre todo los maratones su modalidad favorita, es destacable también el interés que despierta hacia su ciudad. Fe de ello lo dan situaciones como aquella en que me confesó mientras reposaba tumbado en el suelo de la calle con un huevo fuera (pues Manolo no es muy dado a usar calzoncillos) que antes de morir quería ver cómo se hacía un puente desde su barrio hasta el supermercado Sabeco. Como podéis comprobar, la asociación Manolo y puente siempre ha estado presente en su vida.

El vientre de Manolo no es tan plano como el de este corredor.

Y si esto les parece poco, esperen a leer algunas de sus gestas comentadas por él mismo, como la de haber cenado con nada más y nada menos que Arnold «Savasajer» (¿que tortosino que se precie no recuerda su mítica frase: «eh, tú, ¿sabes quién es el hombre más fuerte del mundo? (…) ¡Arnold Savasajer!»?) o haber competido con el mismísimo campeón olímpico El Guerrouj.

Ahora el llamado «puente nuevo» se ha quedado huérfano, y también se echan de menos sus solos de Deep Purple con la boca, el toreo de coches en las rotondas, o sus batallitas sobre gitanos que le robaban dinero. Manolo ha desaparecido, nadie sabe de él, unos dicen que está muerto, otros que ha cambiado totalmente de forma de vida y ahora viste traje y corbata, otros que el Manolo que viste con traje no es otro que su fantasma que se pasea con el atuendo con el que fue enterrado… En fin, podríamos contar mil historias, pero sencillamente terminaré este artículo echando mano de una frase que nuestro protagonista me dejó en nuestro último encuentro: «Ellos dicen que estoy loco, pero los locos son ellos». Puede que no sea una frase excesivamente original, pero en boca de alguien como Manolo da que pensar. Es como si, en el fondo, Manolo se hubiera estado riendo de todos nosotros.

Manolo mostrando una de sus múltiples facetas deportivas.

Votamicuerpo

Llevaba tiempo queriendo dedicarle un post a una de las páginas que, además de dar rienda suelta al afán de exhibicionismo de muchas personas, está revolucionando la forma de entablar relaciones a través de Internet, hasta el punto de convertirse en lugar de referencia para buena parte de internautas de nuestro país ansiosos de conseguir plan. Me estoy refieriendo, cómo no, a la página Votamicuerpo.com


Chico arquetípico de votamicuerpo.com

Antes de nada deberíamos detenernos a hablar un poco por encima de lo que vendría a ser el usuario típico de esta página. Estaríamos hablando básicamente de un hombre o mujer de edad comprendida entre 15 y 30 años, asiduo a los gimnasios, centros de belleza, tiendas de piercings y tatuajes, y discotecas, o lo que es lo mismo, personas para las que el aspecto exterior y el culto a la imagen cobra una especial relevancia. Suponemos que para lograr contrarrestar su nivel cultural y visible carencia de facultades mentales, como demuestran claramente cuando pasan a la acción e intentan conquistar a otro sujeto intercambiando poco más que una línea de diálogo e inmediatamente su móvil o, en este caso, dirección de messenger. He aquí un ejemplo del típico mensaje que puede encontrarse perfectamente en cualquier pie de foto.

robertillo222
hola preciosa q tal? m yamo roberto y soy d sevilla mi msn es dj_turbo2@hotmail.com agregame si kiers y ablamos un besazo wapisima

Un tipo de mensaje bastante habitual en esta web y que, la verdad, da bastante que pensar sobre el tipo de gente que se comunica a través de ella. Pero lo mejor es que, como ya hemos dejado entrever anteriormente, esto no es motivo de vergüenza para la comunidad de Votamicuerpo, sino más bien lo contrario, ya que escribir en lenguaje sms además de molar más, resulta más inteligible para el resto de usuarios.

En realidad, lo importante aquí es la foto, cuya utilidad más practica a mi modo de ver, es la que se le ha dado en numerosos foros, como podemos apreciar en la imagen siguiente, en la que después de ridiculizar a un chaval sudamericano que va de duro a partir de un análisis del entorno, lo han sentado sobre el regazo de un personaje con intenciones «poco tranquilizadoras»…

De hecho, podríamos asegurar sin miedo a equivocarnos, que uno de los secretos del éxito de esta página reside en la simplicidad de su mecanismo. Tan sólo es necesario registrarse de forma gratuita y a partir de aquí, y sin necesidad siquiera de mediar palabra, comenzar a intercambiar direcciones de messenger. Lo que además de restar complicaciones para sus usuarios, les deja mucho más tiempo para cultivarse en solariums, tiendas de ropa, etc.

¿Qué más? No deberíamos dejar escapar la oportunidad dentro de este repaso de mencionar otros elementos destacables en este tipo de páginas, como los collages fotográficos, verdaderas obras de arte visual. O esa moda de fotografiarse con un chupete en la boca (¿de dónde saldrá esa costumbre tan gilipollas?). Así como esa extraña e irritante tendencia en alza que consiste en copiar actitudes y vestimenta que provienen de la etnia gitana.


(foto y texto reales extraídos de Sexyono.com, otra que tal baila)
Su hijo podría estar leyendo este artículo.

Ahora ya sólo me queda animaros a que os déis una vuelta por estas páginas y contempléis su increíble y diversa fauna, al tiempo que sois testigos de su condición de retrato social de lo que posiblemente responda al perfil del típico joven español consumidor de programas tipo «Gran Hermano».

Tipos ciclados, calcomanías andantes, macarras de medio pelo, metrosexuales admiradores de David Beckham, crías en celo pintadas como un actor de kabuki, feas y feos que se creen guapos. Con un panorama tan prometedor, ¿quién puede evitar la tentación de empezar a registrarse?

Los Oscars me dan ganas de vomitar

Se acercan los Oscars de Hollywood, la celebración del glamour por excelencia, donde las estrellas más in del planeta se congregan, embutidas en joyas y vestidos ultra-caros, para desfilar sobre una alfombra roja rodeada de flashes y un sinfin de fervientes admiradores.

Este año, al menos, y para alivio de muchos españoles, vamos a librarnos del típico pavoneo de Pedro Almodóvar, ya que ni tan siquiera ha sido nominado. Además de la paliza constante que esto supondría por parte de diversos medios de comunicación de este país.


Glamour, protagonismo… sólo de pensarlo me pongo brutote.
(el bajito del dúo sacapuntas más Jesús Quintero)

Quien sí ha sido nominada es Penelope Cruz, quien seguramente no se hará con la estatuilla, pero que por el el hecho de haber sido nominada vamos a tener que aguantar en decenas de reportajes.
Hoy mismo sin ir más lejos, he sido testigo de uno de esos repulsivos reportajes previos a los Oscars del estilo «¿qué llevarán las estrellas de Hollywood en los Oscars?», y del cual tengo que destacar uno de los capítulos donde hablaban de los familiares de las estrellas y que dice mucho sobre el verdadero significado de estos eventos y el tipo de engendros que en ellos se concentran. En el mismo podíamos ver estrellas tan dispares como Keanu Reeves, Tom Cruise, Angelina Jolie o Jessica Simpson (¿y ésta de dónde sale?) acompañados por sus hermanos o padres.
Aunque por un lado tengo que decir que Keanu Reeves goza de mi simpatía, ya que no le importa dejarse ver en estas celebraciones acompañado de su poco agraciada hermana, por otro, me huelo que lo más común es hacer algo parecido a lo que hizo la tal Jessica Simpson, quien incapaz de enfrentarse a la vergonzosa experiencia que le debía suponer exhibir a un padre viejo, arrugado y poco atractivo, decidió pagar una millonada para que le pusieran cara de SOPLAPOLLAS. Por lo visto Charlize Theron hizo lo propio con su progenitora.


¡Ahoda mi papá… mola! ¡jejej!

Creo que a nadie le puede caber la menor duda viendo este tipo de reportajes, que estamos ante lo que podríamos denominar: la celebración mundial del pijismo, donde el cine es lo de menos y lo más importante es concentrar al mayor número de egocéntricos por metro cuadrado, al tiempo que dejan entrever aquello que la industria de Hollywood (como su propio nombre indica) nunca ha dejado de ser, un negocio de pura imagen y mercadotecnia, y nada más.

Pallús, the adventures

En este post nos dedicaremos a ir más allá en cuanto a la figura del bueno de Pallús, centrándonos en algunas de las historias más sobrecogedoras protagonizadas por uno de los personajes más extraños de entre todos los personajes extraños que he conocido. Un tipo excesivamente retraído cuando está sobrio, y alarmantemente peligroso cuando se encuentra ebrio.

Nada le haría sospechar jamás a su família ni a su círculo de amigos que este grandote aficionado a los «coquets» (bizcochitos) de la mama, poco dado a las salidas nocturnas y con cara de no haber roto un plato acabaría en un pozo sin fondo de delincuencia y excesos provocados por el abuso de alcohol y sus no muy recomendables influencias.

Todo empezó una noche de verano en Salou. Aparcamos el coche, y nos disponíamos a hacer un botellón cerca de la playa. Gaikel empezó a servir el vodka con limonada uno a uno, hasta llegar a Pallús que, con su acostumbrada mirada distraída, se mostraba algo reacio a emborracharse como el resto.
–Trae el vaso Pallús –Gaikel empieza a llenar el vaso
–¡Vale, vale, ya está! –exclama Pallús, cuando Gaikel siquiera había llenado la mitad del vaso.
–¿sólo esto? Anda toma, bebe, que es por tu bien –Gaikel le llena el vaso hasta rebosar, cargándolo con máz vodka de lo habitual.

Y nació la mítica frase «bebe, que es por tu bien», que, para postre, daría paso a la particular debacle de Pallús.
Aquella noche, entre saludos bastante salidos de tono a las chicas que pasaban por allí, del tipo: «ei guarra, hola! ahahaha», y la caída de morros contra la arena de la playa mientras se reía a carcajadas, salió a relucir el verdadero Pallús que llevaba dentro pero que nunca antes había mostrado al mundo debido a su principio de autismo, y nacía, además, en el seno de The Mamotretos su verdadera estrella, la misma que en un futuro acabaría adoptando el sobrenombre de «Lluspa» (Pallús con las sílabas invertidas) como homenaje a su doble conducta, bastante común entre los psicópatas.
El mito de Pallús, sin convertirse en Lluspa, es decir, sin beber, también fue creciendo por otro lado. Pallús, además de una amenaza pública, se convertía en uno de los delincuentes de menor monta buscados por la ley, ya que -como he manifestado al principio- otra de las cosas que ayudaron a provocar el particular descenso a los infiernos del bueno de Pallús fue su círculo de amigos, especialmente su «mejor» amigo Gaikel, quien comenzó a introducirlo en una espiral de continuos fraudes a través de Internet (usando la cuenta corriente de su padre, y no la suya o la del propio Gaikel, lo cual por otro lado da muestras del limitado intelecto de Pallús), falsificación de billetes sirviéndose de su impresora casera, y contribuciones de forma obligada a las continuas gamberradas de sus amigos, y que él, por cierto, casi siempre se negaba a realizarlas. Pallús, por ejemplo, solía actuar de improvisado chófer, y sirviéndose del coche también de su padre, cada vez que sus amigos decidían llevar a cabo alguna gamberrada, provocando que sobre el bueno de Pallús (bueno, más bien sobre el bueno de su padre) cayeran todo tipo de denuncias. Hasta que al fin sus padres, en un alarde de pallusismo al estilo de su hijo, deciden intentar poner fin al problema dejando a su hijo sin Internet. Que ya me explicaréis… qué tendrá que ver una cosa con la otra. Eso sí, más tarde, al ver que ésta no era la solución, los padres de Pallús deciden buscar el remedio definitivo limitando las salidas de su hijo. Pero aún así, Pallús no dudó en haces caso omiso a sus padres y volver a actuar una y otra vez.
Por ejemplo, se nos ocurrió hacer una sección voyeur para la web que teníamos, y pusimos a prueba, una vez más, hasta donde llegaba el desconocimiento sobre las diferencias entre el bien y el mal del amigo Pallús, proponiéndole, medio en broma, una serie de filmaciones en los lavabos de mujeres de una discoteca a la que acudiríamos, y éste fue el pallusil resultado.

Pero el mundo pallusil daría lugar a muchas otras grandes anécdotas. La mayoría protagonizadas por su alter ego Lluspa. Como la fuga en coche (esta vez el suyo propio, que por cierto le compraron sus padres seguramente para evitar que volvieran a denunciarlos por su culpa) que realizó a la vista de un control de alcoholemia, con parada del mismo Pallús en un semáforo en rojo incluida y gracias a la cual los Mossos d’esquadra pudieron rebajar distancias para finalmente detenerlo y sacarlo a punta de pistola, con la consiguiente gran frase pallusil para los anales:
–¿¡Estás loco o qué!?. ¿¡Qué haces apuntándome con una pistola!? ¡¡No ves que podrías haberme matado!!

Lo mejor fue que repitió esta frase durante todo el tiempo que duró la detención, y aprovechó la única visita a la que se tiene derecho durante la noche que se pasa en comisaría para, en lugar de avisar a uno de los amigos que habían salido aquella noche con él, citar al Mosso que lo había apuntado con la pistola, y de este modo continuar reprochándole su acción.
O el ya mítico momento en que después de pasar una noche de alcohol y fiesta en Benidorm, nos acostamos y al poco tiempo y sin venir a cuento, empezó a sacudirnos la tienda de campaña desde fuera mientras gritaba: «¿¡Qué!?, ¡os gusta!, ¿¡eh!?». Por supuesto, salimos cabreadísimos de la tienda y con una piedra en la mano tras él. Al vernos, Pallús corría y se escondía como nunca lo había hecho, mientras gritaba: «¡¡Va, venid, va!!», otra de sus incongruentes frases para el recuerdo.

Y poco más que añadir, porque me temo que estoy haciendo este post algo largo. Sólo espero que al menos hayan disfrutado de lo lindo con algunas de las peripecias más sonadas del amigo Pallús, quien espero que en un futuro no muy lejano siga dejándonos perlas como éstas. Y os dejo con una de mis frases favoritas de nuestro personaje, surgida de la siguiente conversación.
–Ei Pallús, ¿vienes de putas?
–No –su amigo sorprendido ante la tajante respuesta de Pallús, un completo enfermo y asiduo a los clubes de alterne, insiste.
–¿por qué no?
–no sé… (típico silencio pallusil), lo encuentro frío.
(y se vuelve a hacer el silencio)

Ahora ya sólo me queda despedirme diciendo:
¡Larga vida al pallusismo!

Lauri y Jandro, la pareja perfecta

Jandro y Lauri son una pareja ejemplar. Algo así como la simbiosis perfecta, la compenetración hecha pareja. El sincretismo de dos personas convertidas en una sola.

Se conocieron hace años y desde entonces han pasado buenos y malos momentos, pero siempre juntos, uno al lado del otro. Jandro y Lauri hasta poseen una canción propia, a la que llaman: «nuestra canción», aunque en realidad se trate de un conocido tema de David Bisbal. En el fondo, Jandro y Lauri están tan compenetrados que llegan a dar cierto repelús.
Sólo empezar la relación se abrieron una cuenta de correo común en hotmail, que aún hoy conservan y utilizan para chatear o enviar correos. Como no podía ser de otra forma, se han puesto: jandroylauri@. Desde entonces, cada vez que uno de ellos se conecta al messenger lo hace inevitablemente como «jandro y lauri» (están tan enamorados que incluso se olvidan de utilizar las mayúsculas en los nombres propios), acompañado en ocasiones del estribillo de alguna canción de moda a modo de coletilla, lo que provoca que cada vez que uno de los dos entra, nunca sepas con exactitud a quién de los dos debes dirigirte; aunque, si nos paramos a pensar, Lauri y Jandro ya no son dos personas, sino una sola. Como puede observarse perfectamente gracias al avatar de su ventana privada del messenger, donde aparecen el uno pegado al otro, como un monstruo de dos cabezas.


Lauri y Jandro se conocieron y el flechazo surgió.

Lauri es tan romántica y su relación tan especial, que ha decidido llamar como ellos a su blog personal lleno de fotos donde aparecen los dos, e imagenes con brillantinas que ensalzan su esplendoroso amor y su enorme felicidad.
Es probable que ahora esté pensando en un futuro hijo, al que llamará como su padre si es niño, y como su abuela si es niña. Incluso seguramente ya tiene elegidos mentalmente el carrito y la cuna. El traje de novia, por supuesto, ya lo tenía escogido desde hacía tiempo.

Mientras tanto, un pecaminoso Jandro sucumbe ante la humana tentación de masturbarse a escondidas con alguna película pornográfica mientras contempla con cara de excesivo vicio la escena. Lauri, sin embargo, sigue siendo la persona más enamorada del mundo. Aunque, tal vez, el día de su despedida de soltera tenga que tocar el torso desnudo de otro tipo, y, tal vez, no pueda evitar excitarse mientras tanto.

Fin de año con Pallús

Toda celebración donde exista la asociación Pallús y alcohol siempre va a ser digna de destacar, por eso la noche de fin de año no podía ser una excepción. Y es que nadie podría adivinar a simple vista que este chaval rechonchito y de apariencia mucho más reservada de lo habitual (hasta el punto de que muchas veces pensamos que es algo autista) pueda llegar a transformarse de semejante manera con el alcohol, siendo protagonista de historias como la que viene a continuación.


Pallús, antes de caer en el oscuro mundo de las borracheras.

Aquella noche todo iba viento en popa, todo eran risas, alcohol y fiesta. Hasta que al bueno de Pallus le entra un bajón. Entra en el lavabo y allí mismo le da un amago de desmayo. Entre Bosko y Gaikel, dos de sus amigos, se lo llevan fuera de los lavabos para que se ventile un poco. Pallús apenas reacciona. Hay que actuar. Antes de tomar cualquier decisión recurren al cuarto del grupo, Lopis, que al verlos empieza a vociferar visiblemente «alegre»: «¡he triunfao!, ¡he triunfao!», y no les presta la menor atención. Bosko y Gaikel, alertados por la gravedad del asunto (la cara de Pallús no hacía más que palidecer) deciden tomar cartas en el asunto de inmediato y llaman a una ambulancia.
Gaikel, ante la decisión de Bosko de quedarse para rematar la faena con una chica a la que llevaba toda la noche acechando, es el único que acaba acompañando al pobre Pallus hasta el hospital.

Al llegar al hospital, el personal sanitario enseguida acude a socorrer a Pallús. Pero justo en el momento en que le están inyectando el suero, Pallús despierta sobresaltado, mira a la enfermera, y grita: «¡¡Qué haces, puta!!». Las enfermeras, lógicamente, se quedan perplejas ante semejante acción y vuelven su mirada hacia su amigo, Gaikel, intentando buscar alguna explicación. Gaikel, que sólo puede pensar en aguantar la carcajada, no articula palabra.
Poco después dejan aparcado a Pallús, que va en silla de ruedas, en un rincón, sin ninguna explicación. Su estado es sencillamente caótico: vomita con la cabeza hacia arriba provocándose el ahogo. Gaikel, harto de esperar mientras contempla aquel panorama, pregunta si se lo puede llevar. Le dicen que sí, pero tendrá que devolver la silla de ruedas. Al momento telefonea a Lopix y a Bosko, pero ninguno de los dos contesta. Así que coge a Pallús y la silla de ruedas, y se larga del hospital por su propio pie. Pallús, que ha perdido totalmente la facultad de hablar o gesticular, no opone la menor resistencia para que no lo saquen de allí, aún teniendo en cuenta el delicado estado en el que se encuentra.
Al salir del hospital, unos metros más adelante, divisan una gran rampa que se avecina. Pallús es un chico bastante grueso, llegando a pesar más de cien kilos, y Gaikel, en aquel momento, un tipo demasiado cansado y debilitado por el exceso de alcohol y el transcurso de toda una noche. Dicha combinación provoca que a Gaikel se le resbale la silla de las manos y Pallús empiece a bajar cuesta abajo a una velocidad digna de una contrarreloj del Tour de Francia, hasta chocar contra una cera y salir despedido de la silla.


Pallús en los exteriores del hospital pillando la rampa.

Gaikel se lleva las manos a la cabeza, pero le queda poco tiempo para pensar. Recoge a su aun más malogrado amigo, que apenas consigue moverse, y decide llevarlo de nuevo al hospital y dejarlo donde estaba, así de esta forma podía escurrir el bulto.
Una vez en el hospital, por fin, consigue contactar con Lopix que finalmente acude hacia allí.
Esta vez es el mismo Lopix quien se encarga de coger la silla y sacar a Pallús del hospital. Pero al llegar a la misma rampa en la que Gaikel había perdido el control de la silla de ruedas donde descansaba Pallús, Lopix es quien no puede dominar la silla y se le resbala de las manos. Pallús, una vez más, empieza a bajar cuesta abajo a una velocidad endiablada, hasta empotrarse contra la misma cera que en el accidente anterior, saliendo despedido, una vez más. Vuelven a recogerlo, esta vez ya más muerto que vivo.

Bajo una mezcla de cansancio acumulado y desesperación, sólo se les ocurre empezar a dar vueltas por Andorra (allí estaban celebrando la noche vieja), donde la temperatura era de menos cinco grados, intentando que Pallús recobre el conocimiento. Al final, Lopix decide llamar a Bosko, su ídolo y quizá amor inconfeso, y largarse de una vez por todas al hotel, cansados y hartos de seguir pasando frío. Quedan en un sitio y Lopix acude a pie hasta el lugar donde éste le espera (Bosko es quien lleva el coche). Pocos minutos después, Bosko aparece en el mismo sitio donde Gaikel espera junto a Pallús, en lugar de esperar a Lopix en el sitio acordado (algo típico de Bosko). Gaikel y Pallús, quien parece haber recobrado un poco el conocimiento, suben al coche, tiran la silla de ruedas a tomar por culo, y arrancan. Más de veinte minutos después se presenta Bosko, con los otros dos, en el lugar donde Lopix estaba helándose como un completo gilipollas mientras esperaba.

Los cuatro amigos aterrizan por fin en el hotel. Dos de ellos se acuestan mientras recapitulan en su cabeza todas las escenas pallusiles acontecidas aquella noche, otro, pensando en la chica que se había acabado «tirando», y el bueno de Pallús, una vez más, yace dolorido en la cama, a punto de encarar el nuevo día que se avecina sin entender de dónde proceden esos golpes y magulladuras que cubren su cuerpo.

Cenas de empresa y similares

El pasado viernes tuvo lugar en mi empresa la acostumbrada cena típica de estas fechas, lo que conlleva todo un cúmulo de personajes arquetípicos de este tipo de reuniones, y que, a continuación, me gustaría citar. 


El momento de la cena. Posiblemente el único momento de unión a lo largo de la noche.

–Los que llegan tarde. Aquí podríamos incluir al 96% de los que acuden a la cena. Es norma en este tipo de celebraciones acudir de una a dos horas más tarde de la hora prevista, incluso en esta última en la que yo estuve más de la mitad de los comensales se presentaron pasadas dos horas y media de la hora acordada. Protocolo en estado puro.

–El chistoso. El típico que siempre se me sienta al lado en estas cenas. Trae aprendido todo un repertorio de chistes y paridas sacadas de Internet. Al principio incluso te puede llegar a hacer cierta gracia, pero cuando comienza a repetirse -casi siempre debido a la ingente cantidad de alcohol que ha ingerido-, sumado al cansancio que, debido al transcurso de la noche, comienza a hacer mella en tu cuerpo, llega a  resultar insoportable.


Boquepacha, ¿te he contado ya el de por qué los de Lepe se corren en los buzones? Jar!!

–El que se encuentra a los amigos. Suele ser costumbre en estas cenas acabar en algún pub o discoteca, y, por consiguiente, que alguno de los del grupo se encuentre a amigos a los que, al tener más relación que con los compañeros de la cena, terminará por acoplarse. Al cambiar de local él se quedará con la excusa de que llevaba tiempo sin verlos, y el resto continuará su rumbo preparado para seguir acumulando bajas.

–Los rajaos. Éstos nunca pueden faltar en cualquier celebración. Se largan antes de lo previsto empujando a otros que aguardaban indecisos a aprovechar para hacer lo mismo, lo que deja al pelotón repleto de bajas y listo para empezar su particular debacle.

–El/la que llora. Siempre está el que cuando ha bebido más de la cuenta, empieza a plantearse serias dudas y/o acaba haciendo alguna confesión mientras se pone especialmente sensible, lo que provoca que, al final, termine llorando; así que en este tipo de celebraciones no podía faltar esta típica estampa.


Mieerda, por qué he bebido más de la cueenta… y por quéee la vida me trata asíii… *snif!*

–El/la que divide el grupo. Como bien dijo Jorge en la última cena a la que acudí, es imposible que dentro de un grupo todos se pongan de acuerdo por mucho que lo intenten, pero aun resulta más difícil cuando a alguien, casi siempre en estado de embriaguez, impone como único objetivo acudir a un local determinado, aunque esto suponga pagar para una hora. Estos tipos o tipas son los mismos que provocan la típica situación en la que todo el grupo sale del local donde estaba y una vez fuera nadie comprende por qué está ahí. Ese instante de desconcierto es el que aprovechan estos sujetos para llevar a cabo su particular misión: crear la división total en el seno del grupo.

A partir de aquí lo más probable es que cada uno vaya por su lado y el grupo acabe dividido del todo y reducido al máximo. Unos acabarán largándose para casa hartos de discutir, otros incluso es posible que acaben sucumbiendo al/la aguafiestas de turno que ha pegado el último golpe de gracia a la unidad del grupo, y el resto acabará la noche sentado en algún coche o en algún portal fumándose unos porros. En fin, la unidad en las cenas de empresa y demás celebraciones por el estilo, la verdadera misión imposible

El típico post por Navidad

Han bajado las temperaturas en picado, lo cual es síntoma inequívoco de que sí, al fin llega la Navidad. La época que acapara mayor número de contradicciones. Por un lado, es la más entrañable y bonita para estar en familia, por otro, es la peor para estar solo. También es una fiesta consumista hasta resultar vomitiva, pero poseedora de esa ilusión de recibir cariño ajeno. Una época pastelosa a la vez que entrañable por los recuerdos que nos trae de la infancia.


Navidad, época de cogorcias y felicidad.

Y que yo soy otro consumista más alienado por estas fechas lo demuestran hechos tan simples como que el otro día fui a un bazar chino a investigar sobre los últimos artilugios navideños. Al entrar, enseguida salió a mi paso una china intentando encalomarme alguno de los horrendos arbolitos navideños que tenía expuestos. Yo, intentando despistarla, le dije educadamente que ya tenía uno, pero ella aún así no cesaba ni un momento en su empeño. Intenté quitármela de encima usando técnicas como centrar mi atención en otras cosas, mirando fijamente unas luces que había colgadas del techo, la china muy atenta a cada movimiento, me miraba sonriente con cara de «es Navidad, y pol eso me vas a complal», y pasó de inmediato a venderme lucecitas navideñas. A mí sólo se me ocurrió contrarrestar su ataque diciendo que no tenía balcón donde ponerlas. Así que acto seguido, pasó a mostrarme toda la variedad de modelos que tenía para interiores (la muy…)

-Son muy grandes, no tengo espacio- insistí.
-Miral ésta, yo tenel más pequeñas todavía.

Pero la abnegada china -no precisamente una de las más atractivas que he conocido- renunciando a pillar la indirecta, continuaba sonriente y volcada en su labor de intentar venderme algún objeto navideño como fuera. Hasta que, aprovechando la entrada de un tipo al que debía atender, pude escapar ipso facto (me cuesta mucho decirles que no a la primera de cambio y cortarles el rollo a los vendedores convencidos de que les voy a comprar). Una vez fuera de la tienda, me di cuenta de que la china me había convencido. Así que fui a otro sitio a comprar el árbol  a otra tienda. Y es que, dejando a un lado lo feos que eran los de los chinos, no soporto los vendedores que intentan convencerme de que compre casi a la fuerza, y es precisamente en estas fechas en la que pueden aprovechar para sacar a flote el espíritu navideño que todos albergamos, cuando es más fácil encontrarlos.
De hecho por alguna estúpida razón la Navidad tiene la exclusividad de la bondad, la solidaridad y demás valores éticos y altruistas. Sólo en esta época, mucha gente parece sentirse más bondadosa, educada y amistosa que el resto del año.

Yo mismo, sin ir más lejos, conocí un caso bastante exagerado. En el bloque donde vivía, la vecina del primero era una vieja gorda, gruñona y sucia que siempre se enemistaba con buena parte de la vecindad. Se cabreaba de forma desmesurada por tonterías, como, por ejemplo, si se nos había caído algún juguete de nuestro balcón al suyo (yo y un amigo le llamábamos cariñósamente: Mercedes, el sapo, y la imaginábamos agazapada tras el toldo que cubría una pequeña parte de su mugriento balcón, esperando a que cayera alguna joven víctima para cazarla con su larga y viscosa lengua). Pero al llegar la Navidad, a Mercedes, le cambiaba la cara por completo. Si nos veía en el portal, a mi hermana o a mí, nos daba caramelos y nos pedía que le diéramos un beso -no podéis imaginar lo desagradable que resultaba, olía fatal-, además, como cada año, nos hacía responderle, casi obligados, a la tarjeta navideña que nos hacía llegar vía postal. Y eso que siendo nuestra vecina nos la podía meter directamente en el buzón. Pero, donde no hay.

Lo peor de estas fechas, es que a medida que vas haciéndote mayor apenas vislumbras ya en ella un sólo atisbo de magia, de aquella que antes te ilusionaba sobremanera. Muchos, además, se llevan la peor parte, la de pasarlas en soledad. Porque en estas frías fechas, donde se pone especial énfasis en todo lo referido a ternura y calor humano, el estar solo es lo equivalente a una puñalada trapera en el costado. Y con estar solo no me refiero tan sólo a no tener compañía de amigos y familiares (y basta de asociar soledad con «no tener compañía»), sino, sobre todo, a aquello que llegada cierta edad puede hacerse insoportable: no tener la compañía de alguien que llene tu lado afectivo y esté a tu lado en todo momento.

Y al fin, llegamos a la celebración con un mayor cúmulo de excesos de esta festividad: la noche vieja. Ésa en que, debido a los excesos de todo tipo y las juergas con colegas, tener pareja ya no se hace tan necesario. Pero claro, solemos adaptarnos a las fechas, no las fechas a nosotros. Excepto el caso de algún friki de mi pueblo, ya mítico entre nuestro círculo de amigos, de nombre Beto. Un tipo capaz de no acudir a la celebración que habíamos organizado en casa de un amigo por noche vieja, y donde aunque pareciera mentira hasta había mujeres, poniendo como excusa que había decidido quedarse en casa aprovechando que en fin de año Internet iba más rápido.

Poco más que añadir a este post, sólo que es posible que me lo tome para hacer un breve descansito festivo hasta el próximo año que ya está al caer. Aunque, conociéndome, no es de extrañar que me entre el mono y vuelva a postear de aquí a fin de año. Al menos aprovechar, eso sí, para desearos a todos unas felices fiestas y una buena entrada de año.


¿Aprovechará un fin de año más Beto para quedarse en casa y descargar más rápido de Internet?

(PD.- Esta foto me parece sencillamente insuperable)